Wednesday, July 23, 2008

¿CUAL ES LA MATERIA DE LOS ALQUIMISTAS?

Quizá sea la pregunta clave en alquimia antes de empezar a realizar operaciones interminables y agotar la economía de uno. Conozco muchos alquimistas que trabajan diariamente en la Gran Obra, partiendo de disimiles sustancias, generalmente tóxicas y nocivas para el organismo. Aquellos “filósofos del fuego” están persuadidos que su materia es el antimonio o el cinabrio. Y en menor medida, otros consideran otras sustancias menos tóxicas y más accesibles como el estaño, la galena, pirita, calcita o incluso arcilla roja.

Y si. No podía dejar de hacerlo. Debo confesar que durante años vengo devanándome los sesos intentando encontrar algo de cordura a las vías más famosas de los alquimistas. Estas son, la vía seca (o breve) y la vía húmeda (o larga). La vía de Crisol, y la vía del Matraz respectivamente. Ciertamente he realizado muchas experiencias. Y creo hoy día poder encontrar algo de sentido a la alquimia.

Pero antes de empezar ningún experimento hice algo que no muchos alquimistas ponen en práctica: ejercí un duro sentido crítico de lo que buscaba. Distanciándome emocionalmente de lo que muchos propugnaban. Intentando acercarme a la realidad de lo que relatan los tratados más populares.

Y así descubrí la que para mi es la sustancia universal de la Obra. Sustancia que tiempo habrá para que me explaye en su simbología y en sus cualidades físicos/químicas.

Pues bien. Creo que es el momento que relate cómo fue mi razonamiento y qué me llevó a despreciar las demás materias y vías propuestas por los clásicos “Filósofos del Fuego”. Porque lo que voy a escribir es algo que va directamente – o casi - en contra de la corriente actual del pensamiento alquímico.

Y es que estoy persuadido que cuando uno lee un tratado alquímico, tras su descifrado y comprensión de lo que nos quieren decir crípticamente, creemos que ya tenemos la entrada franqueada a los secretos de la naturaleza.

Lo que no se ponen a reflexionar muchos es que ese secreto nunca fue dicho, y si lo fue, como veremos, por su sencillez fue despreciado. Levantar un velo alegórico o metafórico es apenas un paso en el gran misterio. Llevar a la práctica ese desciframiento es otro paso. Darnos cuenta que todo es un engaño es el paso final para la comprensión de la Gran Obra. Porque ciertamente no hay tratado que haya dicho la verdad. Y es que el secreto que se pretende transmitir crípticamente es algo que no debería ser escrito, y que sólo puede ser visto, aunque parezca pueril o contradictorio, por un niñito.

Veamos a qué me refiero. Seguramente cuanto escriba les será complejo a muchos no avezados en las prácticas alquimicas, pero será muy reflexivo cuando menos para los hermanos alquimistas que diariamente se afanan en perseguir su Obra.




MATERIA DE LA NATURALEZA

Y lo diré así para que no haya dudas: la Gran Obra no es algo metafísico, en el vulgar sentido de la palabra. Pero se reviste de connotaciones que sí lo son, y que quizá sólo los esoteristas y/o religiosos pueden dilucidar. El alquimista intenta acceder a los secretos de la naturaleza, ese es y fue siempre su objetivo. Y cualquier tratado, bien leído, puede explicarlo mejor que yo. (Véase El Museo de Brujos, Magos y Alquimistas de Grillot de Givry, quien matiza perfectamente lo que es metafísica y alquimia).

Un viejo axioma dice que si de un veneno mortal podemos sacar su medicina, entonces tendremos la cosa más grande sobre la tierra. Esta creencia, algo impuesta por el propio abad Basilio Valentín, cuyos tratados fueron descubiertos escondidos tras su muerte (lo que indica que no tuvo intención de darlos al público, pero sí escribió para un público) fue llevada mucho más lejos por otros alquimistas que escribieron tratados de lo que para ellos era la Gran Obra.

Asi, la peregrina idea de que el Antimonio es la materia de la obra, fue plasmado en muchos tratados antiguos. Un ejemplo lo tenemos con el Typus Mundi, los escritos de Filaleteo , Jacques Tol , Artefius, Cyliani, Limojon Saint Didier, y el moderno Fulcanelli.

Es cierto. Quienes lean esos tratados notarán algo importante: que ninguno, salvo Artefius, Filaleteo y el Typus Mundi mencionan o simbolizan directamente a la estibina o antimonita como el mineral elegido. Generalmente hacen alusiones a sus cualidades físico/químicas, como el color, el veneno que contiene, su uso en la antigüedad como bálsamo, etc.

El símbolo del antimonio en espagiría es un Globo Crucífero (es decir, un globo con una cruz encima). Y es la persuasión de que este mismo símbolo está distribuido en tantos tratados, y en tantos iconos y catedrales religiosas (estatuas de Cristo que sostienen en sus manos pétreas el símbolo se hallan repartidos en muchas iglesias) lo que lleva a muchos, sino todos los alquimistas a propugnar que es la materia de la Obra alquimica, en especial de la vía seca.

El propio Fulcanelli, tras su ambigüedad en sus obras El Misterio de las Catedrales y Las Moradas Filosofales, lo señala como el Sujeto de la obra. Aunque luego se contradiga diciendo que no lo es, y que, incluso el que porfíe emprender algo con la estibina no conseguirá nada...mucho menos preparar el Disolvente Universal.

“En cuanto a la estibina mineral, no posee ninguna de las cualidades requeridas y, se la trate como se la trate, jamas podrá obtener de ella ni el disolvente secreto ni el mercurio filosófico”(pg 322 MF)

Pero para quienes sabemos que el mito Fulcanelli fue una estafa maestra, poco puede importar lo que diga este hombre. Su ambigüedad, insisto, sólo es aceptable por los datos caritativos que ofrecen sus libros, obviamente tomados de los reales alquimistas que lo escribieron (Dujols, Lubicz). Y sin embargo, como escribí en otro informe, ninguno de los que crearon el mito Fulcanelli logró finalizar la Gran Obra.

Es más: el propio Canseliet no avanzó más allá de la tercera fase o Gran Cocción, pese a porfiar durante más de cincuenta años. Pese a ser discípulo de Fulcanelli, estar en contacto con grupos de alquimistas y dominar el latín y griego.

Aquel hombre, que trabajó con el Antimonio en la vía seca del horno, nos recuerda lo difícil, sino imposible que puede resultar perseguir un trabajo alquímico. Muchos dicen que falló por predisposiciones espirituales. Que el clima no lo ayudó (según él, debía estar despejado, sin nubes, para que descendiera el espíritu universal). O que erró en operaciones como la de fabricar el Mercurio Segundo o Filosófico, que en sus tratados pasa por alto.

Pero, más allá de aquello en lo que se basan los que dicen esto, ¿creemos sinceramente que un hombre que trabajó arduamente más de 50 años fue débil espiritualmente? ¿ Que un hombre que estaba en pleno mundo de alquimistas y fue discípulo del no tan misterioso Fulcanelli no sabía lo que estaba haciendo y pudo cometer tan torpe confusión?.

Creo que sencillamente no logró su cometido porque siguió una vía muerta. Una vía que si bien es mencionada aquí y allá en diversos tratados, es un anzuelo para capturar de por vida a los más avezados.

Y aquí radica el real sentido crítico de lo que digo. Porque ¿quien podría dudar luego de experimentar y obtener buenos resultados ceñidos a lo que dicen los tratados si aparentemente todo – en las fases preliminares- marcha en orden? ¿Quien creería que nunca se dijo la verdad en los tratados alquímicos, salvo cuando mencionan frases de aparente poca importancia como que la obra es sencilla de ejecutar, requiere pocos gastos y hasta un niño podría emprenderla?. ¿Alguien dudaría que es cierta la Gran Obra si pudo preparar el Regulo estrellado, y pudo contemplar la estrella que condujo a los Magos a la cuna del pequeño redentor?. ¿No será que , como un espejismo, nos conduce a otro derrotero sin salida?.

Es cierto. Cuando se suele leer en los tratados que la Obra es sencilla, la razón tiembla cuando ve que no lo es, y que, siguiendo las explicaciones de los antiguos, los trabajos tampoco son sencillos, porque se despiden gases tóxicos, se usan altísimas temperaturas, y se trabaja con una concentración fuera de lo común.

Lo mismo cuando dicen que la materia es comunísima, al alcance de todos, y de uso ordinario. ¿Como puede ser esto si el Antimonio o el Cinabrio son harto complejos de obtener, y su precio fue y es elevado.?

El llamado Dragón Negro, o estibina mineral, (Antimonio) es un elemento cuya toxicidad ha sido demostrada en la antigüedad con todos lo casos de gente que murió envenenada por abusos en medicina. Incluso se ha descubierto que posee cierto grado cancerigeno para quienes trabajan con él. Es uno de los minerales, junto con el Cinabrio (del cual se extrae azogue o mercurio vulgar) que más daño puede atentar a la vida humana. Y pese a esto, los alquimistas se empeñan en usarlo como su Materia o Sujeto elemental.

No basta con saber que si todos lo mencionan es que no es, o que si es difícil de conseguir contradice el axioma hermético de la obra (materia comunísima, despreciada por el vulgo). Tampoco les detiene que Canseliet no haya logrado la Gran Obra trabajando con este mineral nauseabundo. Mucho menos que pueda afectarlos en sus organismos y que, incluso Basilio Valentín, admirado por casi todos los “Filósofos del Fuego” lo denosté diciendo que no es la materia de la obra:

“Varios han creído que la estrella (formada a partir de Antimonio) era la materia de la verdadera piedra de los filósofos, creyendo que era necesario que asi fuera porque la naturaleza había formado esa estrella de buen grado. En cuanto a mi, lo niego y sostengo que estas personas, estando desviadas del camino regio, toman un camino para ir a lugares deshabitados,...y no se debe atribuir a esta estrella que sea la materia de esta preciosa piedra, aunque contenga una muy alta medicina que se hace tal como va a ser dicho”. ( pg 145, El Carro Triunfal del Antimonio)

Curiosamente el monje Valentín empieza en sus Doce Claves de la Filosofía con el lobo gris, símbolo del antimonio, para terminar explicando la vía del Vitriolo. ¿por qué empieza como todos y termina enseñando otra cosa? ¿ No nos habrá querido explicar en forma críptica el mayor secreto de la obra, aquel que intuyo, en el cual nunca nadie dijo la verdad directa, sino mutilada y resguardada en múltiples capas de “recetas” practicables para los ingenuos?.

Si yo escribiera un tratado, podría emular a Nicolás Flamel o Filaleteo diciendo que el Dragón Negro, que esta veteado de laminas brillosas, que es venenoso debe unirse a un metal innoble para formar la estrella sagrada...y podría enseñar a preparar el Regulo basándome en la iconografía cristiana: San Jorge que atraviesa el Dragón, lo mismo Cyliani en su alegoría cuando lucha contra el Dragón.

Es decir: unir el Antimonio con el caballero, la estibina con el hierro para producir el Regulo estrellado...cuya impronta nos parece tan atractiva y que muchos alquimistas han publicado en páginas personales como la marca, la insignia de que van por buen camino. ¿Será buen camino o camino al abismo?.

Lo cierto es que aun nadie pudo lograr con éxito la Gran Obra, siguiendo la vía seca del antimonio. Y creo que lo más probable es que nadie la logre. Ojala me equivocara. Porque yo mismo he emprendido esta vía y vi no sólo lo dificultoso que es, cuantos gastos requieren y cuantos conocimientos metalúrgicos son menesteres, sino que he notado la gran exposición que tenemos que hacer con nuestros organismos...y que se aleja de estos preceptos básicos que la mayoría de los alquimistas serios concuerdan:

1. La materia es universal, accesible tanto al pobre como el rico. Despreciada por el vulgo ( cosa que no ocurre con el antimonio ni con el cinabrio, uno abusado en medicina antigua, otro rico en mercurio para la industria) y de poco costo.
2. Que la obra se reviste de tanta sencillez que si se explicara nadie la creería posible y todos se burlarían de ella. Un trabajo de mujer o de niño.
3. Toda la obra no requiere grandes gastos económicos.


Como sea, reflexionando y meditando en muchos tratados, en los trabajos de hermanos alquimistas que conozco directamente, he llegado a pensar que la única materia que posee esas singularidades especificas es el hierro, portador de un fuego potencial interno. Habita en nuestra sangre, en el suelo que diariamente pisamos, en los meteoritos que impactan la tierra...y sobre todo, crece aledaño a las minas de oro. ¿Acaso no era el ideal del alquimista convertir el oro en Oro potable, y hacer una sustancia 10 veces superior al oro en cualidades (véase El espejo de la alquimia, de Roger Bacon)?

El hierro, por otro lado, se lo conoce desde antaño como Oro Falso. Su emblema hermético es la Cruz. Que por otro lado, se halla patente en multitud de elementos de la naturaleza (el quiasma de los ojos, las plantas, el propio sol y la luna, vistos con los ojos entrecerrados forman una cruz luminosa, si cortáis una zanahoria veréis la cruz también). “Seguid a la naturaleza” reza el viejo adagio hermético de la obra.

Y no puedo dejar de mencionarlo. Si invertimos el emblema tradicional del antimonio, este es, el globo crucífero, con la cruz hacia abajo, tenemos el símbolo de Venus, o sea, el cobre, la esposa de Marte (hierro) que Valentín impele a que utilicemos porque, así como el hierro, posee una tintura como el oro.. ¿ No nos habrán querido indicar, demasiado sutilmente, que “no todo lo que brilla es oro” y que invirtiendo los papeles debemos operar en la obra?.

Todos los alquimistas saben que cuanto más claro se nos habla, más crípticamente se nos está refiriendo. Pero si ya sabemos que Dragón Negro, Dragón Rojo, corresponden a nuestros minerales citados, estibina y cinabrio, ¿qué nos queda por descubrir?...si ya sabemos que las sales son el tártaro y el salitre, que el caballero y la lanza es el hierro....que cuando preparamos el primer mercurio obtenemos una sal vitriólica...de hecho, profundizar en el sentido oculto no es tan complicado como pareciera. Basta adecuarse a la mentalidad antigua para advertir que nunca llamaron a las cosas por su nombre...pero sí por otros obvios.

Lo que me indago es que si encima de no llamarlas por su nombre, las han falseado en su obviedad para que quien las desvele caiga en otra trampa. Porque quien las desvele, orgullo de su victoria al interpretar bien- según él - los tratados, y ensayar en el laboratorio, será prácticamente inquebrantable su fe en aquella “receta”, defendiéndola contra críticas como está que lo único que intenta es sacar a relucir la verdad.

Lo cierto es que el antimonio o estibina mineral en su significado cabalístico significa “camino”, “senda”, o “peregrinaje”. Y – parafraseando a Fulcanelli - estas consideraciones, basadas en una correspondencia exacta de palabras, no han escapado a los viejos maestros ni a los filósofos modernos, los cuales, apoyándolas con su autoridad, han contribuido a extender ese error nefasto de que el antimonio vulgar era el misterioso sujeto del arte. Confusión lamentable, obstáculo invencible contra el cual han ido a dar centenares de investigadores. Desde Artefio, que comienza su tratado 3 con las palabras «El
antimonio es de las partes de Saturno...», hasta Filaleteo, que titula una de sus obras Experiencias sobre la preparación del mercurio filosófico por el régulo de antimonio marcial estrellado y la plata, pasando por El carro triunfal del antimonio de Basilio Valentín y la afirmación peligrosa, en su positivismo hipócrita, de Batsdorff, el
número de aquellos que se han dejado enredar en esta trampa grosera es sencillamente prodigioso. (Las Moradas Filosófales)

Pero tiempo es que pasemos al Dragón Rojo y veamos qué éxitos tuvieron quienes lo ensayaron.



DRAGON MISTERIOSO

Y es cierto. Apenas pienso en el Dragón Rojo para que la imagen de la Gran Obra fotografiada de Kamala Jnana, o Roger Caro, se imprima con nitidez en mi mente.

Y es que este hombre, amen de ser un Rosacruz, fue el primero que dejó legado de su obra en unos textos en francés donde retrata ( un total de 43 fotos)todas las operaciones y la mismísima Piedra Filosofal. Veánlo aqui en su laboratorio.

Conozco muchos alquimistas que, persuadidos de que era la obra correcta – ya que no requiere altas temperaturas, se hace en un mes, y con pocos utensilios – se lanzaron a practicarla a raja tabla, procurando acceder a las fases que caritativamente el maestro Kamala indicara.

Pero no tuvieron en cuenta, o tal vez si, que “numerosas personas tuvieron oportunidad de ser guiadas y de seguir los cursos de la vía del cinabrio , pero si bien algunas lograron teñir de color oro cucharas de plata u obtener reflejos de oro, pocos, es decir, cuatro o cinco nada mas lograron una transmutación obteniendo pajuelas de oro, y menos aun lograron una transmutación en masa suficiente como para que los ensayos químicos y físicos pueden ser realizados y comprobar su transmutación”.(pg 107 Los alquimistas del siglo XX).

Es decir, que salvo Roger Caro (Kamala Jnana) ninguno logró su éxito aparente. De hecho, en una experiencia de laboratorio el 23 de junio de 1962, tras reunir el azufre, sal y mercurio tres personas diferentes, entre ellas su segunda mujer Madeleine y un discípulo, ninguno pudo lograr el régimen que Caro logró, la fase del Solve.

Asi es. Pese a emplear los mismos ingredientes, la misma sal, los mismos matraces y las sustancias acordes, (y sobre todo tener al maestro a su lado) ninguno pudo hacer efectiva la Obra, tras hacer actuar el Quinto fuego.

O una de dos: Kamala se llevó el secreto a la tumba y no quiso compartirlo con sus propios discípulos. O los engañó descaradamente, enseñándoles un proceso químico para teñir metales. Teñir, desde luego, no es lo mismo que transmutar. Y si enseñó esto, sospecho que fraguó muchos de sus aparentes éxitos alquímicos.

Y aun asi. Supongamos que lo logró. Que hizo la piedra filosofal propiamente dicha y podía transmutar a gusto y capricho. ¿Es eso lo que buscan los alquimistas hoy día? ¿Simplemente transmutar un metal vil en otro más noble? . Yo creo que buscan algo mucho más arcano, y es la Medicina Universal, santo remedio que sana los males de este mundo. Este es el secreto que quieren arrancar a la naturaleza. Porque tener en poder la medicina es tener la sabiduría de usarla debidamente y de conocer el secreto de la Creación.

Transmutar puede estar muy bien para los físicos empeñados en comprobar empíricamente la unicidad de la materia. Podría ser algo, como digo, revolucionario a nivel científico, pero no nivel medicinal y espiritual.

Por tanto, creo que antes de actuar sobre una vía en particular, debemos ver quienes nos han precedido, de modo que junto a un razonamiento esmerado y a una actitud critica podamos ver si hay algo de luz en lo que vamos a hacer , o si simplemente jugaremos a ser marionetas de otros más sesudos que nosotros.

Hoy, con los libros de Fulcanelli, prácticamente no hay misterios en cuanto a la alquimia operacional, la vía seca y la húmeda, el camino corto y largo, los componentes, los trabajos de Hércules...etc. Pero hay mucha ambigüedad. Y muchas veces una misma operación toma diferentes formas de ser vista.

Sea como sea, el cinabrio posee un mercurio o azogue vulgar en sus entrañas. Extraerlo por tostación nos da el mismo mercurio que tienen los termómetros, ese líquido metálico siempre en movimiento. ¿Y qué nos dijeron siempre los más sinceros e ilustrados alquimistas? Que su materia, la nuestra, no era el azogue vulgar, sino el filosófico.

Y sé que algún hermano alquimista podrá decir que el que extraemos del cinabrio es un azogue filosófico, porque lo extraemos con el agua ígnea o sal de sabiduría...eso es ni más ni menos que la Soda Cáustica o como su sigla la define mejor : KOH.

Yo la he preparado muchas veces, y si bien produce una reacción exotérmica importante, no es lo suficientemente fuerte para separar del cinabrio los tres constitutivos, estos son, azufre, mercurio y sal, tal como propone Kamala Jnana.

Rubellus Petrinus, quizá el alquimista más experimentado que conozco, ha probado esta vía, y no tuvo éxito en separar estos tres constituyentes...debiendo recurrir a materiales nativos.

Y como decía en otro informe. A pesar de lograr la Piedra Roger Caro murió como cualquier mortal.

Otro fue Issac Newton. Se sabe que invirtió mucho tiempo de su vida en ensayos alquímicos, contactándose con grupos de alquimistas que le daban tratados inéditos de la Obra, preparando sales y Regulos perfectamente. Pero aun asi, para esta mente brillante, hubo un momento en que se dio por vencido, y notó que no podía avanzar más. Recordemos que de quien hablamos es el padre de la física moderna. Qué mejor persona cualificada para emprender la Gran Obra.!

No sólo eso. En sus primeros tiempos Newton mantuvo un anonimato forzoso, según su naturaleza, que hizo que otros científicos le robaran muchos descubrimientos suyos matemáticos...vivía sólo para una intensa búsqueda, estudiando tratados de su arte favorito que era la alquimia, y de su amada matemática. Profundizó, se contactó con gente idónea, pero como muchos alquimistas de la historia antigua y moderna, fracasó en realizar la Gran Obra.

¿Por qué? Quizá porque seguir la influencia de lo que dicen los tratados es un grosero error. Quizá porque probar unas “recetas” con éxito no significa llegar al final. Quizá porque la alquimia realmente fue una quimera. Quizá porque sus trabajos en el campo matemático lo confundieron en su razón. Quizá.... ¿quien sabe?

Tal vez la respuesta, como toda respuesta a un tema complicado, sea tan sencilla que temamos enfrentárnosla.


Emanuel


Nota aclaratoria:
Actualmente mi pensamiento ha evolucionado. Ya no considero el hierro como la materia comunisima. Ya he expuesto cual pienso que es en la sección de vías alquimicas. No modifiqué el articulo para que aprecien mi tesitura de antes y la actual. Todo evoluciona, y el pensamiento es lo principal.

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