Mediante la transformación alquímica, por ejemplo la transmutación del elemento antimonio, emerge un remedio significativo – para la opinión actual este proceso parece imposible pero ahora ha sido entendido en la Universidad de Munich. Nadie lo creía, pero ¡los alquimistas estaban en lo cierto!
Ulrich Arndt
“De entre todos los minerales, el antimonio contiene el mayor y más fuerte Arcano (remedio). Se purifica a sí mismo y al mismo tiempo a cualquier otra cosa que sea impura. Además, si no hay nada sano dentro del cuerpo, transforma el cuerpo impuro en uno puro, lo cual ha sido probado en casos de lepra.” De esta forma Paracelso elogia el extraordinario poder curativo del antimonio (Sämtliche Werke, vol. III, Aschner-edition, p. 151). Informes como este impulsaron a investigar la preparación de remedios alquímicos como el antimonio en la Facultad Médica de la Universidad de Munich. Actualmente el antimonio como metal es transformado mediante un proceso en el laboratorio alquímico, lo cual fue investigado en el marco de un doctorado. En la medicina actual, puede que a causa de su toxicidad, el antimonio es utilizado mayoritariamente en dosis muy pequeñas y solamente como vomitivo. Nunca nadie pensó minimamente que una transformación real de los elementos podría ser posible.
La verdadera razón para “producir oro”
La alquimia ha sido grabada en la memoria de la humanidad como “el arte de hacer oro”. En los diccionarios se han enfatizado las tentativas inútiles de los curanderos medievales por conseguirlo. Esta transmutación significa la transformación de un elemento químico estable en otro elemento (los inestables, los elementos radioactivos se degradan por sí solos en el curso de siglos o milenios y por lo tanto se transforman a ellos mismos en otro elemento). En la física moderna, estos procesos de transformación artificial sólo son posibles con la ayuda de partículas aceleradoras y utilizando grandes cantidades de energía y sólo se pueden llevar a cabo con una cantidad pequeña de átomos seleccionados. Sin embargo en la Alquimia, la transformación por ejemplo del plomo o el mercurio a oro se considera posible y es en realidad la prueba del arte supremo de un alquimista. Cualquiera que tenga éxito, también podrá producir el remedio supremo de la Alquimia, “la piedra filosofal”.
Así esta “prueba del metal” – en verdad es lo más espectacular – prueba que un alquimista tiene realmente el arcano más alto a su disposición, y que no da a sus pacientes ningún otro elixir menos laborioso y por lo tanto menos caro.
A pesar de ello, la transformación del oro no fue examinada en la Universidad de Munich. Con el procesamiento del antimonio, según las instrucciones del laboratorio alquímico, los médicos, sin pretenderlo, evidenciaron que en principio una transformación alquímica de este tipo es posible.” La desaparición del antimonio después de la extracción no ha sido clarificada”, resumió como resultado de su doctorado, el Dr. David Schein. Con esta observación objetiva él evita hábilmente cualquier insinuación de asombro absoluto de los científicos frente a este proceso: esto en realidad significa el derrumbe del conocimiento científico actual al respecto de los elementos químicos inalterables.
Además, en el espectacular proceso llevado a cabo, según las instrucciones del Dr. Schein del antiguo laboratorio alquímico, el venenoso mineral de antimonio, similar al arsénico, se convierte en un remedio no venenoso. Con este hecho, las recetas e informes antiguos sobre curación de Paracelso y Basilius Valentinus, fueron confirmados de forma asombrosa. Se diferenciaron mucho de la medicación de antimonio utilizada para curar en los últimos siglos. Debido a la buena reputación de que disfrutó Paracelso, los tan elogiados remedios de antimonio fueron distribuidos rápidamente, pero el conocimiento del procesamiento alquímico correcto, se fue olvidando cada vez más y los curanderos simplemente vendían agua de antimonio tóxica. Este uso incorrecto de los remedios llevó a que, a mediados del siglo XVII, los graduados en universidades médicas tuvieran que jurar que nunca usarían compuestos de antimonio o mercurio. Sin embargo, en 1666 esta prohibición fue revocada otra vez y se recomendó mantener solamente las dosis lo más bajas posible. Sólo unas cuantas personas sabían todavía cómo procesar completamente los remedios de antimonio no tóxicos.
Una fórmula de curación redescubierta
En 1978, en el marco de su doctorado en el campo de la medicina, David Schein quiso examinar la verdad del contenido de antiguas instrucciones para la producción de remedios alquímicos de antimonio de forma práctica. “¿Fue una sustancia antigua y altamente curativa olvidada?” se preguntó a sí mismo ante muchos textos médicos antiguos que hablaban de asombrosos éxitos médicos, debido al “cristal puntiagudo”, nombre que también se le daba al antimonio debido a su forma externa en aquel momento. De hecho, la aplicación de antimonio como remedio ha sido tradición durante miles de años. En el siglo XVI a.C. en el “Papiro de Eber” se afirmaba que los compuestos de antimonio podían utilizarse con éxito en las enfermedades de los ojos. En el primer siglo a. C. los doctores Romanos también lo utilizaron para las úlceras; y en la Edad Media además fue recomendado para tratar hemorroides, heridas, fístulas, cánceres de piel, lepra y otros males.
Por primera vez, Paracelso describió la aplicación interna del antimonio de una forma alquímica, sin embargo, debía ser “liberado de su toxicidad”. Describió el procesamiento del antimonio junto con un remedio universal para la purificación del cuerpo de “toxinas”. De la misma manera y forma en que el antimonio acaba siendo oro (en el sentido de purificación), el cuerpo también será perfecto. En realidad contiene la Esencia, que no deja que nada impuro se mezcle con lo puro” (Vol. III, p. 151).
Paracelso se refiere aquí a una característica asombrosa del antimonio: si se añade a una mezcla de metales fundidos, se asociará con el contenido de oro y se separará de los metales “impuros”. Debido a que el antimonio aparentemente “se come” y “extrae” de los metales preciosos, también fue llamado “el lobo de los metales” o “el imán del sabio” en tiempos antiguos. Esta aparente fuerza mágica del antimonio también ejerce un efecto similar en el hombre. Según el procesamiento alquímico, también separa lo “puro” de lo “impuro” y conduce lo “enfermo” (en el sentido de las “toxinas” depositadas, los productos metabólicos residuales y los agentes causantes de enfermedades) fuera del cuerpo. Según Paracelso, el aceite de antimonio, que suministra junto a la quinta esencia de los bálsamos (melissa), es el más intenso: “...igualmente el Antimonio sublimado, calcinado, reverberado y añadido al aceite, entonces date cuenta de la enorme utilidad, gran poder, gran virtud, y rápido efecto que revela y prueba” (Vol. III, p. 243). El aceite de antimonio “... será prescrito en Quinta Essentia Melissae” (Vol. III, p. 151).
En su doctorado, David Schein trabajó según la fórmula del alquimista Basilius Valentinus, quien llegó a ser muy conocido por su escrito “Triumph-Waggon del Antimonio”, publicado en 1604. Al principio, las instrucciones parecían muy simples aunque laboriosas: primero el mineral de antimonio, que consiste en una mezcla de diferentes óxidos de antimonio, especialmente de sulfuros, se calienta ligera y lentamente hasta que no haya vapor (debido a los vapores altamente tóxicos, los alquimistas principiantes ¡No deberían reproducir este proceso sin una bomba de vacío!). Entonces debe fundirse con cristal. Este cristal puede adoptar cualquier color del espectro y Basilius Valentinus y Paracelso lo vieron como un signo de que el antimonio contiene todas las cualidades. Dependiendo del procesamiento que se realice, el antimonio también podría utilizarse como un tipo de remedio universal para todas las enfermedades. De hecho, el Dr. Schein logró producir cristal de antimonio de color rojo, amarillo, naranja, verde, marrón, gris, blanco y negro variando partes de los diferentes óxidos y sulfuros del antimonio.
Valentinus recomienda utilizar sólo el cristal de antimonio de color dorado para seguir con el procesamiento. Después de enfriarse, debería molerse el cristal de antimonio muy fino. A continuación, sobre el polvo obtenido, se vierte muchas veces vinagre concentrado hasta que el color sea rojo-amarillo. Entonces el polvo se moja con agua de lluvia destilada 144 veces y, mediante destilación, se separa de ésta otra vez. Llegados a este punto, el producto resultante tiene – según Valentinus – un extraño gusto dulce, lo cual también ocurrió en el caso del procesamiento del Dr. Schein. Finalmente el polvo se empapa con alcohol. Primero el líquido se vuelve negro y en su superficie todos los colores del arco iris relucen de nuevo, y después se vuelve rojo. El líquido que ha aparecido es una tintura de antimonio que ahora es adecuada para la aplicación interna.
Componentes orgánicos desconocidos
La descripción de la producción parece muy simple –dura muchas semanas-, sin embargo, contiene muchos peligros. Aunque Basilius Valentinus fue muy preciso en comparación con otros escritos alquímicos, hoy en día el lenguaje antiguo y los códigos simbólicos son un estorbo suficiente para su simple realización. Por encima de todo, según el nivel de conocimiento actual en química, ciertos pasos de la producción son considerados simplemente impracticables o no razonables. Por ejemplo, la reacción descrita por Basilius Valentinus sobre los componentes del antimonio con el ácido acético y el alcohol es imposible según la opinión actual.
Por ello, el Dr. Schein estaba preparado para llevarse sorpresas desagradables y fue una gran sorpresa para él, que todas estas reacciones químicas “imposibles” en realidad tuvieran lugar en la forma en que estaban descritas. Él sólo tuvo que seguir las antiguas instrucciones de forma precisa – lo cual prueba otra vez la observación tan precisa que los alquimistas hacían de la naturaleza y su asombroso gran conocimiento.
El Dr. Schein sospechó que calentando y fundiendo el antimonio en cristal, la estructura física y espacial así como la disposición de las moléculas, el metal tóxico cambia, y ésta es la razón por la cual las reacciones químicas desconocidas se convierten en posibles. Mediante esto puede adoptar nuevas características. Al mismo tiempo, sin embargo, admite: “Hay un fenómeno cuya esencia no puede ser entendida con la ayuda del conocimiento actual.”
Finalmente el médico pudo confirmar la no toxicidad de los componentes resultantes, ya que “las tinturas de antimonio no son químicamente entendidas ni como un compuesto de antimonio ni contienen antimonio disuelto”. En cambio son complejos compuestos orgánicos, que todavía no han sido examinados en detalle. Éstos probablemente surgen de reacciones desconocidas del vinagre y del alcohol, ambos de origen orgánico, y el antimonio actúa como una especie de catalizador.
El orbe imperial simboliza el antimonio, es sostenido por Saturno, el cual vela por las fuerzas terrestres de los metales (de Isaak Hollandus: Hand des Philosophen” (La Mano del Filósofo)).
Respecto a esto, es asombroso que en el curso del procesamiento alquímico, el contenido tóxico del antimonio en la sustancia sólida que queda se ha reducido en un 60% y la parte que falta tampoco se halla en las tinturas extraídas. Así las sustancias sólidas contienen un 31% de antimonio puro antes de la extracción en alcohol, y después del procesamiento sólo contiene un 11%. Pero el extracto en sí mismo no contiene nada en absoluto de antimonio puro. Por lo tanto tiene que haber sucedido una transmutación del elemento. Los alquimistas eran muy conscientes de esta transformación: “Así principalmente el antimonio no es nada más que un veneno puro, y no un veneno menor, flojo y suave, si no un veneno altamente noble, de arriba abajo, incluso el mayor veneno mediante el cual se pueden matar hombres y animales,” avisa Basilius Valentinus en su “Triumph-Waggon del antimonio” y continúa: “Después del procesamiento de cristal puntiagudo uno no puede ya encontrar el veneno, ya que el antimonio debe ser transformado completamente mediante el arte de la espagíria (el procesamiento de laboratorio alquímico) y un remedio debe surgir del veneno.”
El poder curativo del antimonio
Desafortunadamente, David Schein no pudo investigar también el efecto curativo real de las esencias de antimonio en el marco de su doctorado. Su conclusión es la siguiente, “queda demostrado que todas las instrucciones examinadas son correctas en el “Triumph-Waggon del Antimonio” ... Aunque el altamente elogiado efecto de los componentes descritos no ha sido tomado en serio y ha sido descrito como tóxico, debería ser considerado con estos nuevos aspectos. Debería investigarse más el valor que pueden aportar a la medicina actual.”
Lo que aparentemente el Dr. Schein no sabía: Incluso hoy en día las tinturas de antimonio son producidas para utilizarse como remedio. Ya a comienzos del siglo XX Barón Alexander Von Bernus, el alquimista más renombrado y fundador del famoso “Laboratorium Soluna” en Donauwörth (Alemania) redescubrió las antiguas recetas alquímicas del antimonio de Basilius Valentinus para la terapia. Y hace unos dos años, Achim Stockardt, el redescubridor de la Esencia de Oro de Paracelso “Aurum Potabile”, también tuvo éxito en reproducir estos grandes remedios de antimonio según fórmulas antiguas de Paracelso: el aceite de antimonio combinado con la quintaesencia del bálsamo hacen el “Oleum antimonii”. Según la experiencia de doctores y de practicantes de la curación, el antimonio alivia el dolor de las articulaciones, la melalgia, y otras clases de dolor que puedan estar asociadas con depósitos. Además de esto, afecta a la enfermedad provocada tanto por bacterias como por virus. “Sin embargo, no está claro si esto es debido a los anti-efectos directos como los que ejercen los antibióticos, o si es responsable la propia respuesta inmunológica del cuerpo,” admite Anna Röcker, practicante de curación de Munich.
Obviamente Basilius Valentinus pensaba en una aplicación antibacteriana, ya que él recomendaba su ingestión para una mejor curación de heridas, “para que la fuente interna de secreción de la herida se seque”. Anna Röcker también utilizó con éxito componentes del antimonio para infecciones micóticas tales como la micosis intestinal o la Candida Albicans. Con el antimonio “el imán del filósofo”) podría ayudar en realidad a “expulsar todo lo impuro” como las bacterias, los virus y los hongos así como ciertos depósitos metabólicos, tal y como describieron Paracelso y Basilius Valentinus.
En su aspecto energético, el Antimonio es alquímicamente considerado el “remedio de base sólida” por excelencia. Así pues es capaz de reintegrar el cuerpo, el espíritu y el alma en ciclos rítmicos en la tierra. El símbolo tradicional del antimonio en la alquimia, el “orbe imperial” con la cruz encima del globo, representa el efecto integrador universal. Representa el poder de los cuatro elementos relacionados con los ciclos de la naturaleza. Los ritmos del hombre también le pertenecen como por ejemplo el ritmo de sueño y vigilia. Por ello el antimonio se usa, por ejemplo, para los desórdenes del sueño, los cuales pueden también estar relacionados con hablar mal de otros.
El antimonio como el “lobo de los metales”: El antimonio separa el oro de los metales impuros, lo cual se simboliza mediante el lobo comiéndose al rey viejo y enfermo. Con una separación posterior fundiendo el oro y el antimonio, se obtiene oro puro, el cual se simboliza en el trasfondo por el lobo quemado y el rey renacido surgiendo del fuego (de Michael Maier: “Atlanta fugiens”).
Rudolf Steiner, el fundador de la Antroposofía, afirmó que la razón del gran poder universal curativo del antimonio reside en una estrecha relación: Comparable al ser humano, que se encuentra entre el reino animal y el de los ángeles, el antimonio no es ni mineral, ni cristal ni metal – ambos son “seres entre”, dijo. Por lo tanto Steiner pensó: “El hombre en realidad es antimonio.”
Cristiano
Saturday, May 9, 2009
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